Los consumidores somos la base de la economía. Nuestros patrones de consumo determinan la forma en que opera el sistema comercial. Los cambios en nuestros hábitos de consumo obligan a las empresas a reconfigurar su oferta. ¿Y tú, por quién votas?
Anteriormente, la calidad y el precio del producto eran los criterios principales en la oferta de las empresas y en las decisiones de los consumidores. En la actualidad, la sustentabilidad se ha vuelto un tema central en la elaboración, comercialización y consumo de los diferentes productos que compramos. Por ello, es urgente sentar las bases de un comercio que considere el entorno tanto ambiental como social para hacer frente a los extremos del clima y a la inequidad en el acceso a los alimentos.
Como consumidores, tenemos la responsabilidad y el poder de fomentar un sistema económico sustentable y de obligar a las empresas a volverse sustentables.
Consumo responsable: más allá de los supermercados
La vida y la alimentación son posibles, ¡sin ir al supermercado! En esta sección te presentamos alternativas de consumo que fomentan un mundo ambiental, social y económicamente sustentable.
¿Qué es el consumo responsable? Los 3 criterios básicos que definen un consumo responsable son:
· Un comercio local con bajas emisiones de dióxido de carbono (CO2) y la cercanía entre el productor y el consumidor.
· Un proceso de producción respetuoso del ambiente con uso nulo o mínimo de insumos químicos, promoción de la biodiversidad, prácticas de conservación de suelos, manejo sustentable del agua y mantenimiento de los ecosistemas. Además, la producción ecológica se centra en el uso sustentable de los recursos locales y de embalajes reciclables.
· Un comercio socialmente responsable que asegure una repartición equitativa de las ganancias, el respeto de las culturas, buenas condiciones de trabajo y procesos de toma de decisiones incluyentes y democráticos, en una relación comercial basada en el diálogo, la transparencia y el respeto.
Tips para el consumo responsable
Cada vez que adquirimos nuestros alimentos podemos incidir en el sistema económico para alcanzar una mayor sustentabilidad:
· Prefiere los productos orgánicos y de comercio justo. Los productos orgánicos respetan el ambiente en su proceso de elaboración y son más sanos y seguros que los procesados de manera industrial. Los productos de comercio justo permiten, además, combinar el cuidado del ambiente con un verdadero empoderamiento de las comunidades campesinas a través de la repartición equitativa de las ganancias y de la toma de decisiones.
· Prefiere los tianguis, descarta los supermercados. En la actualidad, podemos encontrar en el tianguis una gran cantidad de productos locales y frescos vendidos directamente por los productores. Además, el tianguis es un espacio público que no está controlado por transnacionales, como ocurre con los supermercados.
¿Cómo evitar comer transgénicos?
La primera recomendación para no comer transgénicos es elegir alimentos frescos y naturales y evitar los alimentos industrializados que pueden contener ingredientes transgénicos. Esta sencilla acción puede garantizar una alimentación libre de transgénicos y saludable, al evitar también los azúcares, grasas parcialmente hidrogenadas (trans), aditivos, colorantes y conservadores que contienen los alimentos industrializados.
El gobierno mexicano, a través de la COFEPRIS, ha autorizado 77 productos transgénicos para el consumo humano: variedades modificadas de jitomate, algodón, soya, canola, maíz, alfalfa, arroz, papa y azúcar. Al dar estos permisos, las autoridades están ignorando el principio precautorio, que obliga a detener la comercialización de productos potencialmente nocivos, hasta que se haya demostrado plenamente su inocuidad, es decir, que no causan daño.
En el caso de los transgénicos, no hay pruebas de su inocuidad. Estos ingredientes entran en nuestras dietas sin control alguno y sin nuestro consentimiento expreso, a pesar de que NO se han hecho los estudios necesarios para garantizar científicamente que su consumo no tendrá efectos nocivos a mediano y largo plazos. Las empresas que buscan vender los alimentos transgénicos argumentan que no hay datos para confirmar daños en la salud, pero la verdad es que tampoco existen datos científicos que garanticen que no los habrá. La ausencia de datos no significa ausencia de riesgos.
La agricultura mexicana
México es un país megadiverso y generador de gran cantidad de cultivos como el maíz, el jitomate y la calabaza, entre otros, que actualmente se siembran y consumen en todo el mundo.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y las malas políticas públicas de desarrollo rural han traído consecuencias desastrosas para los agricultores: saturación de mercados, falta de apoyos, migración y precios bajos, entre otros.
El verdadero reto para los tomadores de decisiones es vincular a los consumidores y los agricultores que están produciendo desde hace siglos de manera sustentable, a través de canales de distribución eficientes y justos. En esta perspectiva, la siembra comercial de maíz transgénico representa la amenaza más grave para nuestro campo, dado que los organismos transgénicos son totalmente incompatibles con la agricultura mexicana, porque requieren un alto uso de químicos, parcelas gigantes, monocultivo, producción industrial, imposibilidad de intercambiar, guardar o vender semillas por los propios agricultores, y es imposible su coexistencia con nuestra gran diversidad de semillas.
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